La noche anterior al vuelo, estuvimos despidiéndonos de nuestros amigos, y al final me dieron las cuatro de la mañana preparando la mochila. Esta vez no se podía llevar ni chorizo, ni jamón, ni queso, ni ninguna delicatessen de nuestras tierras, ya que las aduanas de Australia son muy estrictas. Nos despedimos de nuestras familias antes de salir al aeropuerto. Gracias a ellos podemos hacer tantos viajes, ya que además de ayudarnos económicamente nos acogen a la vuelta, si no fuera así, no tendríamos la libertad que tenemos.
Una vez que llegas al aeropuerto ya comienza el viaje. Y el viaje es como una gymkhana en la que constantemente tienes que pasar pruebas y algunas dificultades, encontrar lugares, cuadrar horarios, buscarte el alojamiento y la comida constantemente. A partir de ese momento cada decisión puede cambiar el viaje en cuestión de segundos, te heces plenamente responsable de cada movimiento. En nuestra vida normal en los lugares en los que normalmente habitamos llevamos una vida programada o auto programada en la que muchas de las cosas que hacemos cada día las hacemos casi automáticamente y salen bien. Y otras depende de nuestras decisiones pero al final del día dormiremos en nuestra cama y algo sacaremos de la nevera. En los viajes los aciertos son casi instantáneamente recompensados y los errores se pagan casi al momento, estás mas a expensas de los vientos, en una incertidumbre constante. Esa incertidumbre es la esencia de los viajes y de la aventura. Lo que ocurra a continuación en el viaje depende de lo que hagas en cada momento, de a quien conozcas, que te cuenten o recomienden, de cambiar de opinión cuando se quiera para modificar el viaje. Esa incertidumbre ni es precisamente cómoda ni segura, por eso la mayoría de la gente viaja en viajes programados y fáciles (que me lo den todo hecho) y así ni hay riesgo, ni incertidumbre, y todo es fácil y cómodo. Eso es lo que sí enseña nuestra cultura moderna. La manera de viajar es un espejo de la manera de viajar por la vida en este planeta. La mayoría de las personas delegan toda su vida en Papa Estado, y este les administra su tiempo, su dinero, sus enfermedades, sus nacimientos (momento y lugar), su educación, sus horarios, y casi hasta sus vacaciones. Es mas cómodo pero nos corta el fluir de la vida, nuestro movimiento, nuestra improvisación y evolución, es como un viaje programado, una vida programada. Yo no elijo eso, ni lo juzgo ni critico. Pero está bien ser conscientes de lo que hacemos con nuestras vidas y nuestros viajes y llevar un poquito las riendas nosotros, que la vida humana es un privilegio y la libertad de movimiento una necesidad.
Facturamos las mochilas, y entramos a las salas de embarque. Olvidé la chaqueta en el escensor de la terminal y fue toda una azaña encontrarla a tiempo, tuve que salir por dos controles de policía, subir ascensores, pasar pasillos y salas hasta que di con el hombre de seguridad, pero estaba al otro lado de una cristalera y volví a perderme para llegar hasta él. Volví a pasar los controles y a perderme un poco mas antes de llegar de nuevo a la sala de embarque donde me esperaba Beatriz con tiempo justo para embarcar, Menudo follón, que nervios, en una ratonera de cristal.
Al rato estábamos despegando hacia el otro lado del mundo. Tendríamos que hacer dos escalas, una en Londres, bastante justa de tiempo, tuvimos que correr por todo el aeropuerto, no paraba de correr por los aeropuertos. No hay que confiarse en las conexiones por que a veces los tiempos están demasiado ajustados. La siguiente parada fue en Singapur, 12 horas después. Unas miradas por las ventanas del aeropuerto a los campos de al lado, y en seguida en el mismo avión para pasarnos otras 8 horas hasta Sydney. Al final entre las comidas, las películas, y alguna cabezadilla, casi ni nos enteramos y ya estamos en las Antípodas. La gente dice que no viaja porque es horrible están tantas horas en aviones y aeropuertos con cambios de horarios y demás. Simplemente no les gusta viajar yo creo, porque antiguamente para ir de Madrid a Segovia necesitabas muchas horas a caballo subiendo y bajando montañas, dejándote el culo en el caballo, atravesando bosques, y pasando peligros. Ahora nos sentamos en un cómodo sofá, comemos y bebemos todo el rato, con servicio al lado, nos dormimos, y llegamos al otro lado del mundo y encima nos quejamos.
Bajamos del avión y pasamos los controles de inmigración tan conocidos en el mundo. Nos preguntaron por nuestro oficio, ya que no quieren que vaya a Australia gente sin trabajo y sin dinero. Yo les dije que era traductor de Lamas tibetanos, y se quedaron tan extrañados como convencidos, y Beatriz dijo que trabajaba en la tienda de sus padres. ¡Ya estábamos en Australia! Cambiamos dinero en el aeropuerto, hay que cambiar lo mínimo allí por que te la clavan, y mejor cambiar en alguna oficina de cambio de la ciudad. Cogimos un tren a casa de nuestro amigo Andrés Vaquero. Yo le conozco de hace muchos años, y Beatriz le conoció de casualidad en la India, el mundo es un pañuelo. Ahora Andrés vive en Sydney con Ye Zhong y su hija Andrea. Hacia dos años que no le veíamos, desde Inglaterra en busca de Crop Circles. Llegamos a su casa, le dimos un fuerte abrazo y pasamos el resto del día en el sofá de su casa ya que llevábamos muchas horas sin dormir. Ahora en Sydney es primavera y hace muy buen tiempo.
El primer día en Sydney lo utilizamos para ver el viejo puerto, en el Circular Quay, la Ópera por fuera, y los jardines botánicos. Para mí llegar a Australia era un sueño desde hacía mas de veinte años, siempre había querido ir a Australia, el lugar mas lejano de mi país, con infinitos desiertos, selvas y bosques, cuna de los pueblos aborígenes. Había visto miles de veces la imagen de la Ópera y el puente de la bahía de Sydney, y ahora estábamos allí. Paseamos por los alrededores de la opera y por los impresionantes jardines botánicos, llenos de plantas y árboles que nunca habíamos visto. Atravesamos los jardines hasta el centro de la ciudad, y fuimos a buscar a nuestro amigo Andrés a su trabajo, en la céntrica estación de Town Hall.
Sydney es una ciudad impresionante, moderna, limpia, llena de árboles y jardines y edificios gigantescos. Parece un mundo idílico , tan perfecto y pulcro, en el que se ve a la gente contenta por la calle, hay muy poca tasa de paro, y la gente no sabe lo que es la crisis, la mayoría vive con un altísimo nivel de vida, además los alimentos son de muy buena calidad. Lo bueno de viajar es que luego no vas haciendo el ridículo por ahí diciendo que tu ciudad es la más bonita del mundo. Me recuerda a Madrid hace ya unos cuantos años, cuando se veía a la gente más contenta por la calle. Ahora se nota que la gente está preocupada, que con lo que la gente ha trabajado y las riquezas del país deberíamos vivir en un mundo como Australia, si la Comunidad Europea, nuestros políticos y banqueros no nos hubieran robado tanto. Parece una ciudad de las películas del futuro. Todo limpio ordenado, colocado y perfecto. Donde no te roban al menor despiste, y puedes ir plenamente relajado en cualquier momento.
Volvimos con Andrés atravesando la bahía por su enorme puente de metal desde el que veíamos el edificio de la Ópera a lo lejos. Los siguientes días fuimos en autobús a las playas de Sydney. La playa de Balmoral y en la Playa de Manly. Están a menos de una hora del centro de la ciudad. Parece mentira que tan cerca de una gran ciudad pueda haber playas limpísimas, de arena blanca y rodeadas de árboles. De la playa de Manly volvimos en Ferry hasta el puerto. Es un paseo mítico para atravesar la bahía de Sydney y llegar en barco al mismo puerto donde desembarcaron los primeros europeos que llegaron a finales del Siglo XVIII.
Al día siguiente fuimos a comprar una tienda de campaña, ya que dormir en Australia es carísimo. Bueno todo en Australia es carísimo, mucho más que ningún país Europeo o que hayamos visitado, así que ya tenemos tienda para poder dormir en campings y parques nacionales. Fuimos a buscar a Andrés Town Hall, al lado del ayuntamiento y de allí a la impresionante catedral de Saint Mary, donde escuchamos el órgano hacer resonar al edificio entero. Es un gran ciudad para pasear.
El día siguiente quedamos al final con mi primo segundo Andrés. Hacía 18 años que ni le veía desde que vino a Madrid en 1994. Desde entonces llevo diciendo que el año siguiente iría a Australia a trabajar y vivir una temporada, y han tenido que pasar tantos años. Me hizo una ilusión tremenda verle, para mi era como un sueño llegar a Australia a ver a mi primo.
Quedamos en Central Quay, donde cominos en un restaurante italiano enfrente de los ferrys. de allí fuimos andar un largo paseo por el Royal Botanical Garden. Hablamos de nuestras vidas, y de lo que habíamos hecho con ellas en los últimos años. Mi primo tenía un buen trabajo de profesor de forja, se había casado, tenía un par de hijos y una bonita casa en el campo, y yo seguía en las mismas que hace 18 años, recorriendo el mundo. Nos contó sobre la sociedad australiana. Nos decía que aquí los políticos y los banqueros no robaban como en España, que todo el mundo sabia lo que hacían y que estaban para en servicio del ciudadano, casi no hay paro en Australia y todos tienen muchas ayudas y facilidades por parte del gobierno. España tendría que estar así con las riquezas y el turismo que tenemos si la Comunidad Europea y los políticos no nos hubieran engañado, robado y tomado el pelo de tal manera. Tomamos un café en una antigua galería del centro. El ultimo café que tome fue en Camboya en los templos de Angkor Wat y el anterior en Etiopía, y el anterior en Rusia quince años atrás. Lo tomo como un juego, solo en momentos o lugares especiales. Nos despedimos de mi primo Andrés en la estación central con un fuerte abrazo, la ultima vez que nos vimos fue hace 18 años y la próxima vez a saber, es lo que tiene vivir en la otra parte del mundo.
De allí continuamos en el tren hasta el Sydney Park, donde habíamos quedado con nuestro amigo Andrés. Cuando llegamos al parque nos sorprendió que se habían montado una fiesta rave (con música trance) en medio del parque, con equipos de música, adornos, y decenas de personas bailando entre los árboles. Ese tipo de reuniones me encantan, las he visto por todo el mundo, y he visto bailar tanto a occidentales de todos los países, cultura, posición social, etc, como a africanos, tibetanos, indios, chinos , japoneses, mexicanos…. Antes en España había muchas raves, libres, en los campos y playas, y siempre se dejaba todo recogido tal como estaba antes de empezar. Parecía que todo el mundo se conocía, había amabilidad y sonrisas constantemente, y todos compartían lo que tenían. Hasta que se prohibieron. Porque no daban dinero, e incluso como en Ibiza, porque la gente empezaba mas a ir a los bosques gratuitamente, que encerrarse en garitos enormes por 60€ la noche. Y en nuestra civilización lo gratuito y libre no es productivo por lo cual hay que prohibirlo. Otra más de nuestras libertades cortadas. De allí , un paseo nocturno por el viejo puerto y la Ópera, bastante snob y de pasta toda esa zona, llena de garitos de lujo. Ahí si de puede bailar todo lo que quieras, ya que se paga mucho por ello y por las bebidas. El alcohol liberado y las hierbas sanadoras prohibidas. ¡Que mundo Facundo!
Estuvimos hasta el amanecer en una sala en la que ponían la misma música pero entre cuatro paredes. Lo pasamos muy bien, un poco de desparrame y diversión es sanísimo para nuestros espíritus.
Ayer después de varias horas escribiendo mensajes y preparando el viaje a ver al Dalai Lama, salimos hacia las Blue Mountains. A tres horitas en tren del centro de Sydney. Llegamos hasta la Estación de Katoomba, en la ue se encuentran las Tres Hermanas (Three Sisters), que son unas cumbres rocosas impresionantes por encima de un valle infinito de bosques de eucaliptos. Que amplitud! Ahí se podía ver lo gigantesca que es esta isla, y lo salvaje que es su Naturaleza. Hacía mucho frío, estamos en los comienzos de la primavera y en la montaña todavía no ha llegado el calor. Ese promontorio que domina el inmenso valle era un lugar sagrado para las tribus aborígenes que habitaban esa zona desde hace millones de años. Quedarnos un momento en silencio, escuchando el viento y los pájaros, nos conectaba de alguna manera con esas gentes, con lo que sentían en ese lugar, antes de que el hombre blanco les arrebatara todo. Fue nuestro primer contacto con el mundo aborigen, a través de uno de sus lugares sagrados. Una pequeña oración para que el mundo tenga mas paz, y nos libre de los que tanto sufrimiento causan en nombre del falso progreso. Impresionantes las Blue Mountains.
Y ahora mismo estamos preparándonos para salir en autobús hacia Melbourne. Dejamos Sydney y salimos hacia el sur, hacia la moderna y cosmopolita capital del sur.
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