Esa era la noche del Solsticio de verano. Decidimos no ir a Stonehenge ya que la predicción del tiempo daba toda la noche de lluvias y viento. Con lo cual, treinta mil personas entre el barro y la lluvia, no era lo más llamativo para esa noche. Nos preparamos las tiendas en la colina del Santuario de Avebury, en la que decenas de personas acampaban con sus tiendas y caravanas, para celebrar la noche del solsticio. En Inglaterra puedes acampar y hacer fuego libremente en muchísimos lugares, por eso hay tantos ingleses tan hippies y nómadas, ya que el derecho básico de dormir y calentarse no se les ha negado, como ocurre en España. Menos mal que no hacemos mucho caso de lo que las autoridades nos prohíben, y mantenemos nuestras tiendas con sus cubiertas escritas con las palabras,  ¨yes, we camp¨. Cuando estábamos apunto de salir andando desde el Santuario hasta Avebury, comenzó un viento y una lluvia bestiales, así que decidimos esperar a que amainara como el resto de la gente. Pero no paró de llover en toda la noche, ni un momento, y el viento movía las tiendas como quería, así que esperamos dormidos hasta que paró el temporal, más o menos a las nueve de la mañana. Nadie vio el amanecer del Solsticio, ya que estaba nublado y lloviendo tanto en Avebury como en Stonehenge. Pero teníamos todo el día más largo del año para llegar hasta Avebury y centrarnos en ese lugar, dando la bienvenida al verano y a la mitad del año. Quedan ya sólo seis meses para la esperadísima fecha del 21 de diciembre del 2012. Y de momento…

  Ese día del 21 de junio fue de lo más especial, caótico, y mágico que podíamos esperar.  Por la mañana volvimos al Silent Circle a ver si había aparecido algún nuevo crop, pero no apareció ninguno. Decidimos ir a ver uno que nos faltaba bastante grande, de hace ya diez días, y mejor ir en el coche de Martiña y dejar el nuestro aparcado en el santuario. Nos quedamos con unas ganas tremendas de haber visto alguna ceremonia de los modernos druidas o guardianes de la tradición druídica, ya que en el solsticio siempre hacen alguna ceremonia en Avebury. Podíamos haber elegido cualquier lugar para aparcar en kilómetros a la redonda, y en cualquier momento del día, pero justo cuando dejamos el coche, aparece en el camión de al lado un hombre vestido con ropajes largos, blancos, con su espada y bastón, sus largas barbas blancas y una sonrisa enorme. Nada que ver con esos pastelosos neoimpostores de la nueva era que van vestidos de Gandalf  haciéndose pasar por chamanes y por guardianes de las tradiciones. Ya nos lo presentó Sarah el año pasado, y habíamos oído de hablar mucho de él. Este tío era genuino, auténtico, un alma vieja, natural y sencillo, humilde y sabio, y sobretodo divertido. Todos le llaman Merlín y por lo visto es de los guardianes más importantes y conocidos de esta zona. Lleva muchos años haciendo las ceremonias en Stonehenge y Avebury, y le conoce todo el mundo.  Apareció a su lado, su compañera, Linda con sus ropas, telas y melenas de color  azul clarito, y nos dijeron que en ese momento iban a salir andando hacia Avebury por el camino procesional, la avenida de piedras que lleva del Santuario hasta ese mitológico lugar, utilizado desde hace miles de años en todas las ceremonias. A Linda se le calló en el camino su varilla de avellano, y me pegue la carrera para encontrarla, tenía mucho significado para ella, y hubiera tardado un montón en llegar. La alegría que le dio al verme con ella en la mano fue transformada en una gran turquesa que me dio al atardecer. Siempre que ayudas a alguien, el universo o lo que sea te lo recompensa más pronto o más temprano, aunque con su alegría al recuperarla me bastaba.  Así es que comenzamos a andar junto a ellos y Fernando, un fotógrafo colombiano que les estaba haciendo un reportaje. Llovía así que nos íbamos parando a refugiarnos en varios túmulos neolíticos llenos de árboles. No sabemos porque pero estábamos sólo nosotros cinco con ellos, ya que por la lluvia o lo que fuera nadie les vio. Ver a esas personas con esos trajes de antaño y esas barbas y la espada, me teletransportaba a esos tiempos legendarios de los magos y hechiceros en los que los poderes de la Naturaleza estaban divinizados y sus misterios se mantenían en secreto de generación en generación.  Cuando llegamos al circulo de piedras de Avebury nos dijo que antes de la ceremonia iban al pub The Red Lion, a tomarse una cerveza y a comer. Nos pareció genial ya que teníamos hambre y sed, y para qué hacer una bonita ceremonia de bendiciones con la panza vacía y el gaznate seco. 

  Después de comer fuimos al centro del circulo y allí, bajo la lluvia, comenzaron un bonito, sencillo y ancestral ritual, saludando a los espíritus de las cuatro direcciones, espada en mano, y pidiendo a las fuerzas de la Naturaleza bendiciones y paz para todo el mundo. Cerramos el círculo, despidiéndonos de las cuatro direcciones, guardó la espada y al ritmo de un tambor fuimos disolviéndonos de nuevo en el mundo de los humanos. Dimos la vuelta entera a todo el complejo de Avebury, y  Merlín nos contó como las civilizaciones dejaron el nomadismo para hacerse sedentarios para poder plantar trigo y cebada para hacer el pan y la cerveza, base de su alimentación.  Volvimos al pub pues, a honrar a nuestros ancestros con una buena pinta de cebada líquida.  Nos despedimos en el Santuario de Merlín y Linda con fuertes abrazos, como si les conociéramos de siempre. Nos encantó su naturalidad y buen humor. Antes de irnos, Merlín se quito su traje blanco y nos obsequió con su imagen de paisano, con su chupilla de cuero negra y sus pantalones ajustados. Si señor, eso sí que es desapego a la imagen. Antes de irse nos dijo que mantuviésemos las antiquísimas tradiciones sagradas, y se refería a las precristianas y aún más antiguas, en las que El Humano y La Naturaleza comulgaban sin intermediarios, en común unión.

  Nos despedimos de Martiña y Fernando, y salimos de camino a Cornwall, hacia el Oeste, otras tierras , otros horizontes…